axioma violento del círculo

Pensar que en un tiempo, yo tuve aires de grandeza. Después supe achicar. Si alguien hablase de golpes de la vida, ese alguien sabría a lo que me estoy refiriendo.
Desde hace muchos días vengo pensando en mi próximo nivel en la escala etárea, su significado. O el que yo le quiero dar y hoy un amigo me dijo que es mejor cuidarse y tiene razón, aunque siempre lo supe y me hacía el vivo… o quien sabe qué.
Así que entonces me he ganado un tatuaje natural del que pueden salir mil historias, entre ellas las del cumpleaños en donde conocí al primo de Antonio. La primera punta de esta teoría
Las circunstancias varían, aunque tienen conexiones románticas entre sí.
Recuerdo que estaba en la estación de servicio con un sobretodo roto y machucones en la cabeza. La única conexión con este suceso no estaba. Y este era mi queridísimo Antonio.

Antonio que lucía su sonrisa encantadora y el carisma para que uno lo envidiase. Pero al que no le gustaba mucho eso de meterse a disolver diferencias de opiniones.

Era en un cumpleaños de quince años de mujercita, y Antonio llevó a su primo (que todos conocían y al parecer era un «canchero agradable»).

Y desde la paliza que me dieron en aquel momento dos flacos de mi barrio (uno de los dos era hermano de la quinceañera) por meterme en el más imbécil afane de la botella de wisky por parte del primo de Antonio, que al parecer, sí tenía una actitud un tanto: «me llevo una botella»… hasta hace unos días atrás…

Desde aquel momento supe que el problema de la violencia no es solo una cuestión de marketing.

Hoy la suficiente documentación al respecto como para afirmar que la violencia es a veces una cuestión de elección se me ha aparecido.

La verdad evidente a todo esto es que dadas estas «apariciones» los infinitos números defectivos, y sus primos a veces me dan escalofríos.

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